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Tres veces te vi al despertarme.
La primera, desperté temprano de un sueño que
tuve: estábamos sentados en una silla de esas de un parque y me daban tantas
ganas de besarte que me desesperaba. Niño que quiere mamar rápido. Demasiadas
ansias y poco movimiento. Como si el espacio físico hubiese sido de menos de
veinte centímetros, pero que en el espacio-tiempo necesitara otra vida para
alcanzarte. No calzábamos. No iba a ser. No en ese sueño, no en toda la puta
vida. Podríamos haber seguido pegados mil años, y no serías mía. Que puta
suerte, tenerte ahí para mi, y no poder hacer nada, gravedad del no-esta-vez. Me
dio tanto miedo que desperté. Me incorporé, y agradecí la realidad. No estaba con calzoncillos en
mitad del colegio, no era de acero, no era pirata ni un panadero. Estaba todo
en orden, y te tenía ahí, como corderito. Te miré un rato con los brazos, con
las manos. Te acaricié la vida mientras dormías. Te atajé el cuerpo entre mi
abrazo, que si bien no era fuerte- para no despertarte-tenía toda mi alma
puesta en ti. Como si intentara protegerte, pero atraparte a la vez.
Contemplarte, pero amarrarte. Suena burdo, porque el amor da confianza y la
confianza, libertad. Pero yo no te quería libre. Te quería mía, y basta. Y así
con mi mano te acariciaba como si mi día se tratara de eso, si mi vida se me
fuera en ello. De ahí te di dos besos. Ambos en el rincón que no pertenece ni
al hombro ni a la espalda. Tierra de nadie en tu cuerpo lacio, tirado. Desierto
que hago mío con dos besos. Dos simples bandidos. Gratuitos. Prófugos
inadvertidos. Pero inevitables. Como el peso de la rutina del viejo uraño que
despierta en soledad, pero que temprano y tarde sube a encender el faro, a
alimentar los animales, arriar las vacas, tomar el metro, vender las papitas
fritas, abrir la puerta, enviar un recado o devolver el llamado. La vanidad de
lo habitual. El deber de lo no-casual. La gracia del marinero perdido cuya
única función es izar esas dos caricias y dos besos. Todo eso y solo eso. Dos
caricias y dos besos. Pero esa vez estaba despierto, y ese hubiese sido mi universo.
Dormí dos horas más y desperté de nuevo. Ahora
con un beso tuyo. Me mirabas. Con celo. Como si lo único que dijeran tus ojos
era que te pertenecía. Pero no en propiedad, sino en mérito. Sólo tú
podías mirarme así. Que fresca. Que
trampa. Todo lo que yo era te pertenecía. Solo yo era solo tuyo. Todo yo era
todo tuyo. Certeza de saberse dueño. No puramente porque era así, sino porque
la vida, tú corazón, y sobretodo tú cabeza lo habían decidido así. Que difícil
suena. Amar con la cabeza. Pero era eso: porque ya no me miras sólo con deseo
de piel, sino de eternidad. De refugio, de verdad, de consuelo, de raíz. Hicimos
el amor. Despacio. Con besos. Abrazados. Diez veces. Conejos en celo que no
quieren buscar o darse placer, sino una operación más simple, la de traer más
cerca al otro, más apretado. El movimiento de los cuerpos, de los sexos, no era
más que un continuo egoísmo. Los jadeos, los respiros: un solo jadeo, un
respiro. No sólo porque el sexo era así, sino porque lo queríamos así. Morboso,
cliché, ostigoso, relajante, manjar de la porquería de amor menos sublime y más
repetido del mercado. Pero queríamos eso. Lugares comunes. Ser de una vez por
todas nosotros los del beso, los enamorados, a los que les toca. De una vez por
todas me toca. Nos toca. Querer todo de nosotros, sólo de nosotros, sólo de ti.
Sólo yo de ti.
La tercera vez te miré al despertarme tarde,
mientras me retabas. Me gritabas por esa comida de despedida que
irresponsablemente, irremediablemente, llegábamos tarde. Pero que de verdad no
me importaba. Tus gritos no me interesaban. Por más que asentía a todos tus
ladridos, graciosos retos de una ratita que despierta a roer su quesito con
maña, sabía que si el grito no hubiese sido por la tardanza, hubiese caído por
la tapa del baño, por despertarte con un beso, por el respiro, por los mapuches
del sur, por pepe grillo, por la hoz, por el martillo. Yo sólo asentía. Sólo te miraba. Obediente. Tus
retos no me interesaban. Era feliz. Porque te amo. Te amaba. Te amaba y te
miraba. Y era feliz. Te miraba y era feliz.
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Cometí contigo los mismos errores que
me dije en un principio no cometería.
El primero fue desearte, cuando no sabía tenerte. El segundo fue amarte, enamorarme, cuando no sabría si volvería a verte. No lo sé si fue mi ingenuidad de creer que puedo controlarlo todo, ni siquiera si fue la humildad de dejarme sorprender de la vida, sabiendo que el final era inevitable. O si fue sólo la ansiedad, la curiosidad; el voyerismo de saber que podría pasar. Yo no soy así. La espontaneidad, la creatividad y el tirarse a un precipicio sin red no me calzan, no eran parte de mi vocabulario…y contigo no sólo quise eso…sino más…mucho más…
Pase de dos en dos a un lugar en ti, a buscar en ti. A la dependencia de tenerte, el vicio de tocarte. A la maldita sensación de dormir pensando soñarte…
Soy pescadora de ilusiones. Creo en la
magia de la vida, pero ya no doy más. Me cansé del destino. Me harto lo
sencillo; el vicio de la rutina. Me ensucie de normalidad: del tedio de la normalidad.
Me sequé de aventura. Me volví mezquina. Mezquindad de espíritu, de deseo.
Lloré la vida y sequé el jarrón del dame-un-poco-más, del darme-un-poco-más.
¿Qué acaso no puedo pedir un poco más de la vida?, Acaso no soy más de día.
¿Por qué no poder ver más arriba, no poder ir más encima?
No soy puta, no soy ventrílocua, no soy madre, esposa, no soy ni de una noche, ni sólo trescientos días. No soy ni todo eso, ni lo que quiero. No sé quien mierda soy, ni lo que tengo…
Negro, me voy. Me voy lejos, me voy. Si no escapo, me oxido, me rindo, me pierdo, me muero…
Que fue de esas ganas de ser libre, de
volar sola, de vivir entre sueños vivos de viajes eternos, sin ganas de
despedida, sin mirar atrás. Sola en el mundo, en el mercado del sin
explicaciones, sin contratiempos. El vértigo del no saber qué. Del no se qué.
Del qué se yo. Del yo que sé…Que fue del no dar razones: y es que hoy, en tres
líneas, te doy explicaciones, razones, te doy argumentos, mentiras, replicas y
el desencuentro que viene a ser este tormento, de darte un adiós, nos vemos, un
hasta luego…
Lo sé, no soy piedra. No soy ni un mínimo de una mujer segura. Soy solo yo. Solamente pidiendo ser solo yo. Buscándome. Buscándome en lo más recóndito del mundo esa chispa que hizo reír mi corazón. Esa droga de vivir la vida. El hábito de la felicidad. El sabor del sentido. El ardor de estar vivo. ¿Dónde quedo ella? Dónde quede yo…No me rindo, no me doy por vencida, porque sé que soy yo la que está pidiendo a gritos volver…Sé que estoy por ahí, debajo de la ruma de los desperdicios de mis decisiones, del polvo de las desdichas de mis pasos, de la marea que ha pegado, del naufragio de mi voluntad, estoy yo… se que estoy por ahí, soy yo.
No, mi amor. No, mi amor. Hoy no te argumento, no te explico, no comento. No estoy para nadie. Hoy me toca a mí...
Estoy por allá afuera y me traigo de
vuelta. Por eso me despido, porque es ahora y para siempre. Que no vuelvo. Que
me voy a vivir a la tierra del nunca jamás y los duendes descalzos. De las
hadas y los sueños, del querer, del desenfreno. No busco el descontrol, sólo
quiero un poco de ese vino. El cáliz de la alegría, de la vida, del destino. No
soy idiota, pero quiero superficialidad. No soy ingenua, pero quiero respirar un
poco de vanidad. Y así es que me destierro, que es virgen de la vida la que se
va y una mujer la que devuelve…una manzana la que muerde, pero una princesa la
que desciende.
No, mi amor. Hoy no doy explicaciones, contraargumentos, ni emociones. No, mi amor: hoy me voy. Me voy de un tirón, cerrar los ojos, observar de nuevo. Sentir la dicha, lo verdadero. Sí, mi amor, me voy. Voy sin temores. Sí, mi amor. Me voy. Voy por mí. Me voy al sol.
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Mamita. Papito. Hoy después de un año,
volví a llorar. Tengo veinticinco años, y no alcanzo la edad de Cristo. A poco
de Cobain, de Marley, de Morrison y del tío Andrés. Pero soy mayor de edad, y
estoy en la plenitud de la vida. Verdaderamente no sé si conocí a Plenitud, si
estuve con Vida, pero al menos tengo eso, mi edad. Mi edad. Ni tan cerca de
Dios, ni tan cerca de un suicida.
Hace un año que decidí lo que escribo. No me guarden rencor. No me pidan perdón. No se culpen. Busquen paz. Perdón. Soy yo. Sólo yo, y no soy su redentor. Perdonen su sufrimiento. Que viene, no lo dudo. No lo duden. Perdonen su sufrimiento. Que viene. No tiene nombre, si sé, pero créanme que peor es morir sin ver el día. Perdónenme, lo sé, pero necesito irme a mejor vida.
Papito, mamita, perdí las ganas de vivir, perdí mis momentos. Pero no lloren, no perdí el tiempo. Fui feliz. Créanme, fui feliz. Sé que no podrán tocarme, se que ya es tarde para salvarme. No se juzguen, no me juzguen. Yo me voy, me voy de lejos, me voy perdiendo, me voy de rezos: Dios, dame un respiro, te pido descanso, te pido el retiro. Mamá, papá, renunció. La puta vida. La puta enfermedad. Mi puta cabeza. El desangrarme del viscoso tedio, de la verborrea de desencanto. Sufro de vida. La enfermedad es mi vida y les juro intenté curarme. Visité cirujanos de verdades, religiosos de vanidades, filósofos de los individuos, arquitectos de necedades. Ni los reyes magos me trajeron un poco de vibra. Un poco de comenzar de nuevo: reiniciar de cero.
Papá no pude. No pude seguir. Mamá me tengo ir. Lo intenté dos veces y finalmente no tuve el valor. Jure que no volvería hacerlo, pero sabía que esa promesa era en vano, que el juramento era el contrario. Que me había perdido. Que me había prometido un destino diferente. No crean pudieron saberlo. Lo decidí hace a un año, y viví un año de paso. Sabía ya que no quería verme más. Preparé mi camino. Corto. Amargo. Pero yo preparé mi camino.
Papá, mamá, los amo. Perdón por no ser lo que quisieron de mí. Perdón por no poder ser mejor, por no querer vivir, que tropecé, que ya caí. Díganle a cada uno en la familia que lo amo, que me perdonen mi desfachatez de abandonarme, de ir de salida, de no querer salvarme. Pero que sepan que no lo pedí yo, que me tocó. Que me rendí, que no doy más, que me perdí. Adiós mamá. Adiós papá. Ahora si me voy.
Perdónenme, perdónenme. Perdónenme, pero me voy. Y voy de prisa. Me voy con Dios.
Flaquita mía, que más decirte, cuando
ya te lo he dicho todo. Como tú mamá, me tocó conocerte más que cualquier otra
persona. Nadie te quiso como yo, y probablemente con tus hermanos, lloraremos
tú partida por mucho tiempo.
Como poder explicarte con palabras el amor de madre. Como significarte con letras un dolor sin nombre, un camino sin esperanza, una pieza oscura en que no veo nada, de nada.
Chica mía tengo miedo de no levantarme
más. Sé que soy egoísta, que tú estás bien, que estás mejor, pero por favor,
perdóname que no estuviese preparada para perderte. Perdóname que no pudiese
soltarte. Que no quiera dejarte. Que quiera detener el tiempo. No quiero
avanzar a estar mejor. Porque no sé si quiero estar mejor. No quiero dejar este
hoyo negro, porque si lo dejo, se que te pierdo.
Como explicar quién era mi hija. Desde pequeña fuiste una niña despierta. Amorosa, coqueta, inteligente, pero sobretodo de un gran corazón. Y eso era lo que más me llenaba de orgullo gorda chica, que tenías un corazón noble, bondadoso. Eras una persona buena, querida por todos, y es justamente eso lo que hace que en un día tan triste como hoy, haya tantas personas, viejos, jóvenes y niños queriendo despedirte.
Como olvidar las idas a la playa, los
viajes familiares, los almuerzos con los primos y con los abuelos, que tanto te
gustaban, y que siempre te hacían el centro de atención, con tus historias
feroces, tus salidas de madre, tus cuentos atroces, y esa mirada intensa
pidiendo por risas, beneplácitos o comprensión de un público que gritaba con
ademanes un poquito más…
Siempre fuiste especial, hija mía, y naciste para serlo. Ahora me doy cuenta de por qué. Tenías tanto amor, tanto cariño para dar, que no podía ser de otra forma.
Gorda, no sé cómo voy a superar esto. Quiero que se detenga el tiempo, que se me quede parada la vida en este momento. Porque no puedo sobrellevar esta carga. No puedo asumir que ya no te voy a ver más, y que un maldito accidente…sí, un maldito accidente, no me permitiría tocarte, contarte tantas cosas mías, que ahora tendré que hacer de otra forma, pero que ni siquiera de esto estoy segura me puedas escuchar.
Hija mía, amor mío, ha llegado el
tiempo de despedirme, de darte las gracias, de abrazarte y de entregarme a esta
vida, la que no sé cuando me volverá a sonreír mi amor, pero que si lo hace, le
pido a Dios que tenga tu sonrisa, bien grande, pegote, que den fuerzas para
levantarme de esta pesadilla que ha significado tu partida.
Gordita, te amo con todo mi corazón y sé que donde estés debes estar feliz, disfrutando y gozando, por lo que te pido te acuerdes de nosotros que lloramos tú inesperado adiós. Siempre creí que las personas morían cuando llegaba su hora. Como iba a saber, mi vida, que tú hermosura, alegría y corazón era tan grande que hasta los ángeles te quisieran robarte de mi lado, mi princesita mimada.
Bueno, mi niña, porque siempre serás mi niña, te digo adiós, o hasta pronto, porque aunque sea en mis sueños, en otra vida, o en mis pesados recuerdos espero volverte a ver, solo a ti, a mi hijita, a mi corazón, a mi flor, a mis ojos, a mi sol, solo a ti mi amor.
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Estoy cuatro, cinco, siete metros bajo el polvo, estoy parado en un túnel negro y no tengo cable a tierra. Veo una luz grande, que quema, que arde, y todos, o nadie, porque ni siquiera los veo, cantan una canción extraña, como de esas películas en que algo mágico ocurre, como si hubiesen sacado la espada de la piedra, la tizona, la excalibur, el palo que sea clavado en una piedra…que historia más extraña, una espada en una piedra… por qué no una corona, un juguete, un lápiz o simplemente nada, sino el cariño de un pueblo que vitorea bienaventuranzas y parabienes. Porque si el más odiado tirano pudiese sacar la espada, porque obligarnos a que el destino, la espada, Dios o algún mago beduino haya elegido ese mago para salvarnos…Dios estará bien ocupado, para estar atento a la suerte de Inglaterra, y lamentablemente el honor, la dicha, y la pureza no sacan espadas de piedras…y todo por una espada, en una piedra…pero no divago, vuelvo al cauce de mis lamentos o suplicas, y es que grito al cielo, o si estuviese en el cielo a quien leyere, que entienda que este es un S.O.S., un sálveme quien pueda, ni niños ni mujeres primero, sólo yo esta vez…No entiendo de verdad que estará pasando, hace un par de minutos, horas, siglos, me encontraba con una familia hermosa, seis hijos, una buena situación económica, dos perros, y una profesión digna de abogado, que al menos me dignificaba en espíritu, pero sobretodo en especies…no molestaba a nadie, mantenía mi vida tranquila, y ahora siento el peso de un topo: camino bajo tierra y no veo nada, no sé si estaré medio ciego, algo tuerto, o si tengo dislexia de la realidad, daltónico de mi destino, o simplemente nostalgia del cine antiguo…oscuridad y luces…todo negro menos esa luz brillante que me llama, pero me asusta. No quiero ir. NO quiero dejar a mi familia. Mis perros. Mi digna profesión. No creo que ellos quieran dejarme tampoco. Supongo. A estas alturas resulta un poco extraño suponer, sugerir. Lamentar. Lamentarme. Me parece que esta luz es inevitable. Llevo siete días intentando escaparme, pero avanzo como en una escalera mecánica: lento, pero fijo. Fijo a la luz…A lo mejor no resulta tan malo, tan raro, ni tan loco pensar que ha llegado mi hora. A todos les llega. O debiese, por comunión, llegarles. Reunión con las especies cuya vida se empalma a la ruleta de la caída, al vestigio de la pérdida, y al mar de la carne. La inmortalidad no existe, ni siquiera de los cangrejos. Por eso, ya que lees esta nota: no te preocupes, estoy bien. No me salves, porque no necesito ser salvado. No me llores, que tú manto me aflige. Simplemente hazme un favor. Levántate mañana por la mañana más temprano, a la hora en que se junta el cielo con la tierra, enciende un cigarro y piensa en mí. Sólo piensa en mí. Para mí esa será la mejor conversación del fin del mundo, en la que ambos callemos todo, pero nos contemos el universo entero en veinte bocanadas. Sólo piensa en mí… Me parece que la llegada a la luz ya está cerca, por lo que debo atender este llamado. No sé si te vea de nuevo. No sé si sea yo, o tú, el mensajero ni el mensaje, pero qué más da…lo importante es que, aunque vea todo negro, no vea un fin claro ni un ocaso, aún así soy feliz, dichoso tan sólo de pensar que fueres tú quien me leyere…
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Adiós país, me voy. Por cuarenta días recorro el mundo, y en cuarenta noches lo creo. Una vez más. País me voy, te digo adiós, me voy con Dios. Me voy de dos en dos, a dar testimonio de tu sal, de tu olor. Flor de miel voy hablar de tus proezas, de tus leyendas, de tus tristezas. Daré testimonio de tu bien. De tu vientre país de serpiente. Así es, país adiós, me voy, país, me voy. No sé si vuelva, se que te recordaré jardín del buen pastor. No llevo saco ni abrigo, sólo un buen libro y un caramelo de limón. El libro habla de la vida, del desencuentro, de las caricias, de la muerte, de la templanza, de la avaricia. El caramelo de limón es porque me permite comerte a recuerdos, de a mordisquitos y saborcitos chicos, pegado al paladar ese juguito cítrico, ni muy cálido ni muy frío, sólo ácido, como un buen beso, sólo perfecto, como un buen mar, como un buen puerto. Me voy, me voy, me voy país, me voy, y ya no lloro ni me despido, tampoco río, sólo transpiro la humedad de la aventura, la adrenalina de lo que viene y la incerteza de si encontraré jamás otra tierra que no seas tú, mi hombro/e de amor, mi dulce tierra, mi caramelo de limón, mi país, y sólo mi país del arrebol…
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Kamikaze al tiempo, no respiras, sales, vas de prisa, sales, sin disgusto, subes, sin más ademán indicas, sin tanto amor claudicas a la disfunción de la amargura de tenerlo todo, sin saberlo…
Solitaria mente, mientes, dices que
regresas, mientes, te dejaste estar, me dices, me ves pasar, bostezas, te vas
más allá, piensas, un poco más, piensas, vas más allá, piensas, cruzas el
portal, paras, sigues, da igual, me dejas…
Un tentempié. Prosigues, caminas
rápido, ¿a quién persigues?, escalera abajo, aceleras la cuenta y los dos
pasos, corres a saltitos de tanto en tanto, no das tregua, no te cansas, y sólo
te vas de prisa, sales de mi vista, ni te despidas, ya ni te veo, no te alcanzo,
perdí tú pista, pierdo el paso, respiro, mejor descanso…
Apresuro la vista, casi te pillo, mi
amor me dejas, ya no me miras, ni una nota, ni una sonrisa, ¡Dios mío que
prisa! Como si no llevaras carga, vas de un buen salto, agarrando el ritmo,
música de viajes y de huídas, de que te escapas, ¡¿quién te persigue?! Por qué
piensas en puntillas, no eres ladrona ni eres violadora, sólo me mientes, por
qué dices que vuelves, no es real, mi cielo, no es real, das miedo, que mientas
tan bien, prófuga infame, porque no vuelves, encanto, no vuelves, y no te
culpo, huye rápido, acá no hay tregua ni cuartel, sólo cadáveres que pisar y
recorrer.
Veo la última de las gotas de tu
huída, a lo lejos te noto, inseguridad, dudas de tú partida. No te preocupes,
yo cuidaré a tus hijos, cuidaré tus plantas, y a tus diez mil necesidades
inventadas que te llenaron el tiempo de argumentos, pero que mataron la rica
sensación de la que te vas llenando, que te lanzas al vacío, y no miras
atrás, ni a la vida ni al destino, ni siquiera a quienes tus huellas tratamos
de seguir, pero sólo polvo vimos, porque quien escapa sólo piensa en eso, en
que no hay más tiempo, en que sola hay que huir, y que sólo hay eso. Sólo eso.
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- Salgo señora, voy por unas copas, discusiones de ingenio y aventuras de piratas.
Voy con cuidado, señora, no se
preocupe. Voy con mi santito, no se angustie.
Son sólo dos copitas, señora, una pal’
frío y dos para el resfrío.
Mi amor, ni se va dar cuenta, llego
como un rayo, velocísimo, sin hacer ruido.
San Lorenzo, páseme un buen tinto,
cuatro copitas y unos churrascos,
que se seca la garganta caballero, y
hay que aguar la tubería, de tanto en tanto.
No se angustie mi buen pastor, invito
yo hoy,
sé que acá no fían, voy con billetes,
mi Don Melchor,
son varios generales, ¡Y de a color!
Pásate otra botella chuchetumadre,
si no te queda vino, traedme un
pisquito mi buen bagre.
Ríase, compañero, que brindo por los
buenos y malos días,
las tentaciones, las siete vidas.
Se que estoy entonadito, mi confesor,
mi proveedor de risas,
pero es que vengo bien cansado, pues
compadre,
huelo a cenizas.
Si yo no le dije nada a ese hijo de
puta, él miró feo,
Yo respondí el abuso del hombre
obtuso, que mira en menos y tira el caballo,
como si fuera muy macho, muy
hombrecito, muy encachado, el pituquito.
Si yo no le dije nada, no me separen,
estoy sólo conversando, chuchetumadre,
no me levanto.
Una copita más, Don Lorenzo, se lo
suplico,
que si no tomo menos, al menos pienso.
¡Deme una copita más, bueno para nada!
Que si me sirves, sirves, que si no
das, mejor me voy pues camarada.
Claro que me cuido, Tío Santo, que voy
dobladito, pero calentito,
Camino en curvas pero avanzando, que
el que no sigue, no va llegando.
Dame una botellita, sí, para el camino
viejito mío,
que si no me ahogo y me consumo de tanto
frío,
que si no me consumo de las prisas y
las sonrisas, que no soy ya un caballero,
pero tampoco un vago, soy borrachito
hijo mío, pero con mi trago…
Camino solo, pero me aguanto, mejor
paro, me estoy meando.
Se me cae la botella, ¡¿que carajo
pasa?!
como si se me escapara la muy caraja,
en noche fría se hace la alhaja.
Por fin llego, estaba exhausto, con
cuatro caídas y desencantos.
Que bien sabe el calorcito hogareño,
lo que da el sudor del buen trabajador,
claro, cuando pone empeño.
Señoras y señores llegó el rey, llego
el tirano,
no se molesten, se me escapan los
malpasos, los trabalenguas, a ver si entienden,
no se nos vaya a pasar la mano…
¡¿Quien chucha llora?! ¡Que calle
ahora!
No es buena hora, ni buen momento,
para este tormento.
No soporto los gritos, y bien lo
saben,
calla ahora, niño del demonio, ¡que ni
siquiera puedo dormir en mi aposento!
Mocoso de porquería, calla la boca,
si es que sabes de respeto y de
protestas,
protesto en tu contra y te maldigo,
que si no dejas de gritar, veloz
caerá tú castigo.
El combo te lo mereces, pendejo de
mierda,
no te gusta llorar para joder, bueno,
¡para que comprendas!
Que si quieres gritar, gritarás con
ganas,
¡Porque no dejas de molestarme!,
me quitas mi control, insecto, me
quitas mi calma.
Tú no te metas mujer de mierda,
que ya estás vieja, que ya estás
gorda,
que te marchitas, estás añeja.
Córrete de al medio, ¡no me provoques!
que voy con todo, que voy de golpe.
Disculpa que la patada al niño fue un
poco mucho,
¡no me grites zorra!
Sacarás lo peor de mi, si bien te
escucho.
Vente para acá mujer, que quiero un
polvo, no te resistas, no soy un monstruo.
Quería ser un rayo, pero esta vez
vengo con trueno,
Haciendo ruido y con desenfreno.
No te resistas puta, te cacheteo,
que de golpe y contragolpe, mejor te
veo.
No te resistas puta, no vale la pena,
Que ya chupe tú otoño, tú primavera.
Dormiré ahora mejor. Ya me dio
sueño.
Estoy cansado.
Mañana será otro día,
voy desvelado.
Dejadme dormir mañana, se los advierto,
Mañana será otro día,
voy desvelado.
Dejadme dormir mañana, se los advierto,
que si no ya saben, voy por ustedes: voy en su encuentro.
Mejor me voy a soñar, ha sido
larga la noche,
unas copitas y aventuras de pirata, que corresponden.
Un hombre macho, un lobo alfa, un saco
de adrenalina,
un hombre, al fin, un hombre, de palma
a palma.
Hombre de trabajo, hombre de esfuerzo,
lo mínimo se me respete cuando
regreso.
¡Déjenme dormir! Voy soñando,
será otro día, voy roncando.
Habrá mañana, habrá un ahora,
mujer que llora, mujer que implora.
- Calma, calma, cálmate alma,
el hombre duerme.
Calma, calma, cálmate vida,
llego el sosiego, llega la brisa,
ya corre el viento y no tiene prisa.
Calma, calma, cálmate amor,
oigo ronquidos, ya sale el sol.
Duerme en la luna, duermen los golpes,
duerme caparazón, el bien conforte.
Ya lo acusaré, ahora si mi amor.
Perdóname, ya lo diré, ya lo diré mi
amor,
es mi culpa, perdóname, es mi culpa.
Ya lo diré hijo mío,
que corre el tiempo, y nada digo:
sufro del miedo y del castigo.
Perdona, ya lo diré mi amor,
por tus sueños, vida,
por tus sueños de cartón,
por tus ojos de lágrimas,
por tu carita de dolor.
Escapen sueños de cartón,
vuelen alto, fúguense de esta mierda,
escapen con vida, váyanse lejos,
sueños prófugos, váyanse lejos,
escapen con vida,
sueños retoños,
sueños de salida.
- Señoras y señores, tranquilos todos,
el león duerme, cae el telón,
que no haya mañana,
que cierre la función.
Tiritan piececitos descalzos de miedo,
tiembla el tiempo,
susurra la ciudad,
lamenta el
silencio,
nos emplaza el frío,
que son tus sueños,
que son los míos…
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De todas me encantó la primera! La de la madre a la hija también me gustó, casi lloro. Sigue así Dieferd!
RispondiEliminaEstá bueno eso de escribir jeje
Qué buena compañía lo que escribes Diego, qué buena compañía... Qué excelente modo de describir esas cosas que es tan difícil poner por escrito. Lo haces con mucha genialidad (me encanta cuando usas cosas nada que ver para explicar sensaciones y funciona, descripciones que pienso qué cresta hacen aquí y dichas como tú las pones hacen sentido total... esto debe tener un nombre que no me acuerdo en la jerga literaria, jaja) Sin pretensión además... Por lo menos a mí, me toca de verdad, me interpelas. Y me da gusto leerte, todo escrita de una manera tan ágil y bonita, Gracias! Te felicito.
RispondiElimina