sabato 9 gennaio 2010
Piratería, innovación y ¿Avatar?
La piratería es una de las formas de robo más importantes hoy en el mundo, sobretodo en Latinoamérica. Basta para ilustrarlo el ejemplo de aquel gigante de las películas, como era el Blockbuster, está sufriendo el impacto de este flagelo, y ha tenido que recurrir a innovadores estrategias para permanecer en el mercado chileno, sin suerte en otros países de Sudamérica, donde "no había nada que hacerle". Lo mismo ha ocurrido con la Feria del Disco, que ahora venden libros, aparátos electrónicos, y entradas (esto es más antiguo), para permanecer en el mercado, y actualizarse a como de lugar para sobrevivir. Y es que el problema de la piratería es difícil de combatir, porque no es solo un tema de vigilancia y control (que en Sudamérica es un problema inmenso, un ejemplo son las bajas notas que organismos internacionales le han dado a Chile, y a otros países de Sudamérica en estos temas), sino también cultural. No percibimos la piratería como una FALTA GRAVE. No nos sentimos robando. No es solo que no veamos a quien le robamos (porque si fuera solo eso, sería lo mismo que robarle al Lider), sino que simplemente, todavía no lo consideramos malo.
¿QUE HACER?
Dos propuestas. Primero, hay algo que no calza. Tecnología y cultura no calzan (queremos ver todas las películas, PODEMOS HACERLO, he aquí el cambio tecn., pero es un robo). De a poco intentémoslo calzar. Esto es, que se empiecen a invertir de manera considerable en proyectos que busquen de manera legal y honrada, satisfacer las necesidades de los usuarios, de acuerdo a la tecnología que tenemos. En este sentido, pienso en programas como Spotify, películas como Avatar que buscan potenciar al máximo las ventajas comparativas de ver la película en el cine en 3D, etc. Segundo, y esto es algo en lo que seguimos débiles pero mejorando, potenciar las instituciones y la vigilancia. Sociedad de Derechos de Autor, Fiscalía de Derechos de Propiedad Industrial, etc.
Abajo reproduzco un reportaje de la revista Rolling Stone, por Pablo Strozza, sobre las ventajas de ver la película en el cine, y no verla pirata, que creo justamente apunta a lo ya dicho.
Saludos.
POR QUÉ HAY QUE VER AVATAR EN 3D
Al salir del cine, después de ver Avatar, uno entiende que James Cameron tuvo la idea de filmar esta historia desde hace años, y no la pudo concretar antes por no haber tenido la tecnología adecuada. También está la sensación de alivio ante tamaño despliegue visual (es casi una bendición la salida a la desierta Buenos Aires de enero, por más que el calor haga extrañar el aire acondicionado del cine de inmediato), y la confirmación de que el dinero invertido (no olvidar que muchas veces el periodismo no paga, y el periodista sí) tuvo una retribución artística perfecta:
No suelo ser muy fan del cine 3D: por mi miopía, el hecho de tener que ponerme un par de anteojos por sobre los habituales que uso suele ser algo muy incómodo. Por eso, dudé acerca de que versión de Avatar ver: la tradicional o la 3D. Pero imaginaba que en este caso, y por tratarse de Cameron (¿cómo olvidar ese efecto "gelatinoso" en Terminator II, o el momento en el que el Titanic colisiona con el iceberg, por citar sólo dos enormes momentos de su trayectoria?), el esfuerzo del cristal sobre el cristal valía la pena.
Más allá del argumento en particular, la historia que narra Avatar se contó mil y una veces en la historia del cine. El tema es como se cuenta esa trama (con un guión que no tiene fisuras, una de las especialidades de Cameron, que se formó junto al genial Roger Corman) y el uso que se le da al 3D. En varias de las situaciones, ocurre lo previsible: objetos que vienen hacia nosotros, en este caso dotados de una belleza ecológica digna de un universo puro, orgánico e inteligente, como es el del mundo de Pandora. Pero en otros, el 3D opera de manera tal que el espectador es protagonista de la acción por más que, claro está, no pueda interactuar con los Na'Vi (los azules habitantes de Pandora) o con los marines que pretenden conquistar ese espacio. Una experiencia hasta le momento inédita, que hace que haya que "vivir esta experiencia" de esta forma, más allá de cualquier eslogan publicitario o de marketing.
Hay más de una lectura para Avatar. La ecológica (con el inevitable antecedente de la saga de El Señor de los Anillos), la política (las invasiones yanquis a Irak y Afganistán), la romántica (la autocita a Titanic) y hasta la estética (los Na'Vi tienen un cierto parecido a Los Pitufos). También todos esos repasos tienen su contracara, y está bien que eso ocurra. E incluso hay un par de escenas destinadas a ser parte de la historia grande del séptimo arte según el criterio de este cronista, que no serán contadas para mantener la intriga. Pero el gran triunfo de Avatar es simple y llano, a contrapartida de la desmedida ambición de su director: es el hecho que podamos pasar dos horas cuarenta minutos a oscuras en una sala de cine, que nos olvidemos de todo para meternos de lleno en una fábula, y que eso sea lo más importante durante este tiempo. Satisfacción garantizada, y en tres dimensiones.
Por Pablo Strozza
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