venerdì 7 maggio 2010

BASTA YA! Discusión sobre los graves delitos de pedofilia dentro la Iglesia Católica.



“me tocaba, y me daba un beso en la boca”, “a mi hermana se la llevaba a la cama”, “él me subía arriba de él”, “yo me bañaba sola, pero él se metía conmigo”, “él se subía arriba de mí”, “me pegaba en todas partes con la correa que ocupan los caballos”, “me daba Chiles (para que no hablaran de lo sucedido), y le mandaba dinero a la señora “


Estos son algunos extractos de algunos relatos de los testimonios que daban los pequeños Anais, Cristina, Rebeca, Román, René y Eduardo a una periodista, cuando se indagaba sobre el caso ocurrido en Boca del Río, municipio del este de México, caso en que se acusó al padre José de Jesús Sandoval González y la monja María Guadalupe Zaragoza Barajas de abusar y maltratar a 20 niños del hogar para menores “Manuel Pío López”, en donde se declaraba que la monja trasladaba a los menores a cambio de 500 pesos mexicanos (36 dólares), a la casa del padre, donde abusaba de ellos, y silenciaban estas conductas con fuertes maltratos.


Este terrible caso ocurrido en Veracruz, el año 2008, no es el primero, y no será el último de alguno de los terribles casos de delitos sexuales, y maltrato infantil que han ocurrido al interior de la Iglesia.

Hoy día, año 2010, la Iglesia Católica se encuentra bajo la lupa de todos los medios de comunicación y la opinión pública, a la espera de respuesta ante innumerables casos de este tipo. Ante tal situación es bueno analizar algunos temas de especial relevancia sobre este asunto, para clarificar, sacar de dudas, rectificar los malos pasos dados y proponer, desde dentro, posibles formas de evitar abusos que manchan aquello esencial en la Iglesia como es el mismo Pueblo de Dios, sobretodo cuando se trata de aquellos más indefensos, como son los niños y jóvenes que han puesto su confianza en la Iglesia y sus representantes.





NO SOLO UNA CUESTIÓN DE NOMBRES Y CALIFICATIVOS


Para partir es bueno recordar que la Iglesia Católica Apostólica Romana como cualquier otra institución humana tiene problemas, y en ocasiones gravísimos problemas (no es primera vez que hay problemas en el clero, recordar problemas de Papas en la historia), pero aquello nunca será motivo para entender que se ha perdido la Santidad de la institución. Esto se explica porque aquello esencial en ella, y motivo que la identifica de las demás instituciones, es que ha sido fundada por Jesucristo, que es Dios mismo, y eso la hace santa, pase lo que pase, sin importar lo que hagan sus miembros (así es, muchos o pocos, ¡hagan lo que hagan!). Así, a diferencia de todas las demás instituciones terrenales, la Iglesia Católica se caracteriza por su naturaleza divina, y respecto a ese hecho debe atenderse siempre de manera previa para hacer cualquier calificativo.





Luego, debemos partir con lo más básico, que es reafirmar que la Iglesia Católica Universal rechaza con energía actos tan viles como estos. En palabras de nuestro Cardenal Errázuriz: “no hay lugar en el sacerdocio para quienes abusan de menores, y no hay pretexto alguno que pueda justificar este delito” (Carta del Cardenal Arzobispo de Santiago a los párrocos de la arquidiócesis). La Iglesia rechaza y condena estos actos contrarios al evangelio y a las enseñanzas de Jesucristo respecto de todas las personas, pero reconoce que es aún más grave en los casos de sacerdotes y obispos, porque vulnera la confianza que se ha puesto en la jerarquía de la Iglesia, que tiene como una de sus principales misiones educar a los católicos en la fe.


Esta actitud de la Iglesia ha sido reafirmada en el código canónico, como en múltiples documentos (que por supuesto se traducen en acción). Así el artículo 1395 del cód. canónico dice: "El clérigo que cometa de otro modo un delito contra el sexto mandamiento del Decálogo, cuando este delito haya sido cometido con violencia o amenazas, o públicamente o con un menor que no haya cumplido dieciséis años de edad, debe ser castigado con penas justas, sin excluir la expulsión del estado clerical cuando el caso lo requiera".


Entre otros ejemplos tenemos que en 1975, la Iglesia publicó el documento llamado Declaración sobre ciertas cuestiones sobre la ética sexual (escrito por el cardenal Josef Raztinger) que trataba explícitamente, entre otros asuntos, el problema de las desviaciones sexuales, así como la pedofilia y la efebofilia. En 1994, el Ad hoc Committee on Sexual Abuse (Comité sobre abuso sexual de la Conferencia Episcopal Americana) publicó unas orientaciones dirigidas a las 191 diócesis de Estados Unidos para ayudarles a crear unas líneas de acción para tratar el problema de abuso sexual de menores.


HABLANDO DE LAS CAUSAS


Ahora, me parece oportuno discutir brevemente acerca de las causas de la actual crisis por la que estamos pasando, las reales y aparentes.

La primera causa real y obvia es que en el mundo los hombres se equivocan, ahora y en todos los tiempos, y así es capaz de realizar actos tan asquerosos y detestables, como denigrar, humillar herir y maltratar a una criatura tan indefensa y pura como un niño.

Respecto de las otras causas, creo que el Papa Benedicto XVI resume los principales motivos, diciendo que entre los factores que influyeron en ella se pueden enumerar los (1)” procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa; (2) insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados; (3) una tendencia en la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad y (4) una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos, cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y la falta de tutela de la dignidad de cada persona” (Carta Pastoral a los católicos de Irlanda).

A mi juicio, y siguiendo la cita del Papa Benedicto XVI, los postulados de las primeras décadas del S.XX sobre sexualidad, a raíz de las tesis de los científicos Dr. Sigmund Freud, Alfred Charles Kinsey, y otros, calan hondo en el mundo, y a su vez en la Iglesia, como parte de éste. Eso, sumado a toda la apertura sexual (consecuencia práctica de lo primero) que vive el mundo en los años 60, va cambiando la rigurosidad de las conductas dentro de los monasterios y seminarios, permitiendo que se fomentaran actitudes contrarias al magisterio. Sumemos el hecho de que en muchos casos, las conclusiones y directrices que se obtuvieron en el Concilio Vaticano II, que colaboraron en abrir las puertas de la Iglesia al mundo, y han contribuido tanto en el actuar de de las últimas décadas, en muchos casos fue tergiversada por un afán de interpretar su espíritu, permitiendo actos de rebeldía contra la jerarquía de la Iglesia.




Por lo tanto, hay una Iglesia con claros desordenes internos, y con un mundo que ha cambiado, y que nos llama a hacer todo lo contrario a lo que ella predica (sobretodo en materia sexual).

A este concentrado, agreguémosle el hecho de que en el mundo estos problemas no eran tratados con la publicidad que se da hoy. Lo mismo (y tal vez en especial) ocurría en la Iglesia, en que muchos asuntos eran tratados con extrema cautela, secreto y discreción. Y así, con la intención de cuidar el buen nombre de la Iglesia por evitar escándalos (como decía la Carta), se ocultaban situaciones, y se tomaban medidas en extremo imprudentes, que lo único que hacían era trasladar el problema de la pedofilia y abusos de un lugar a otro. En este sentido, las causas que decíamos anteriormente explican el estado actual, no quitan el hecho de que situaciones como estas se podían dar tiempo atrás, en todos los siglos, pero no tenían la publicidad que se les da hoy.

HABLEMOS EN SERIO





Si bien hay causas más o menos claras, hay otras que debemos descartar. La primera es relacionar los casos de pedofilia con las enseñanzas morales de la Iglesia. Esto es una inconsistencia. La Iglesia en su enseñanza moral educa a los fieles en la verdadera libertad y sexualidad. Educa en el amor, y en la virtud. Pero casos como los de pedofilia son totalmente contrarios a cualquier enseñanza de la Iglesia, y jamás podrían derivarse de ninguna enseñanza de la Iglesia. Cada miembro de la Iglesia, tiene la libertad, y es capaz de discernir si adopta o no sus enseñanzas.

Así, se puede elegir en ser virtuoso y bueno, o todo lo contrario, caer en las tentaciones, y hacer el mal, y en algunos casos se caerá en pecados graves, y en otros casos, también en delitos muy graves. Pero en caso alguno son las enseñanzas de la Iglesia causa de tal mal, sino todo lo contrario.

Otra causa que debemos descartar es el celibato. El celibato no es causa de la pedofilia, ni de otras actuaciones desviadas. De hecho, en comparación con los sacerdotes, es tan probable que los hombres casados abusen sexualmente de los niños (Jenkins, Pedophilia and Priests) (http://www.unav.es/capellania/fluvium/textos/documentacion/igl17.htm).

El celibato tiene como presupuesto que el hombre es un animal libre y racional. Que en su racionalidad puede controlar sus instintos más básicos en pos de bienes más grandes, como es el amor a Dios y a la Iglesia. Por lo mismo no se le puede pedir lo mismo a un tigre o a una tortuga que no tiene dicha razón, ni dicha voluntad. Así, el hombre puede someter al imperio de su libertad (que implica razón y voluntad) sus inclinaciones, aun las más básicas, que son los más difíciles de contener porque son los más fuertes (el mismo presupuesto tiene el ayuno y la abstinencia, así los gatos no ayunan), como por ejemplo la sexualidad, la comida, la bebida.




Pero aún así, el celibato del sacerdocio no es un dogma en la Iglesia, y podría ser discutido y cambiado. El problema, es que es un error creer que no se realiza dicha discusión. El celibato fue establecido en el S. IV por temas prácticos, y para seguir el ejemplo fiel de Jesucristo. Así, el estilo de vida célibe permitía a los sacerdotes ser más independientes y disponibles, y entregarse en un compromiso sin límites a Dios y su Iglesia. La Iglesia no ha cambiado las normas del celibato, porque con el paso de los siglos se ha dado cuenta del valor práctico y espiritual que posee, y así ha discutido intensamente acerca de su conveniencia. Para seguir esta discusión, y sus fundamentos sería bueno leer por lo menos la encíclica SACERDOIALIS CAELIBATUS de Pablo VI, que revela no solo los beneficios que ve en dicha práctica, sino además la intención de la Iglesia de discutir y razonar sobre este tema.

Hay que aceptar que el matrimonio no hace que ciertas personas dejen de molestar sexualmente a los niños. Esta afirmación se desmiente en los estudios mencionados antes sobre el hecho de que, comparados con los sacerdotes célibes, es igualmente común que los hombres casados abusen sexualmente de los niños. (Jenkins, Pedophilia and Priests).

Dado que ni el ser católico ni el ser célibe predispone a una persona a caer en la pedofilia, el clero casado no resolvería el problema (Doctors call for pedophilia research, The Hartford Currant, March 23) (http://www.unav.es/capellania/fluvium/textos/documentacion/igl17.htm).


UN TEMA GLOBAL, PERO NO UN TEMA GENERAL.

Debemos aclarar además que LOS HECHOS DE PEDOFILIA NO SON UN TEMA EXCLUSIVO DE SACERDOTES AL INTERIOR DE LA IGLESIA, Y SE MULTIPLICAN LOS CASOS CUANDO HABLAMOS DE OTRAS INSTITUCIONES.

No buscó justificar los hechos, ni mucho menos, pero los casos que se han dado en la Iglesia Católica, que son múltiples y terribles, se han dado también en otras instituciones religiosas y seculares. Así, en los Estados Unidos el número de víctimas de abuso sexual escolar de menores entre 1950 y 2002 fue 157 veces más alto en instituciones no católicas que en instituciones católicas (http://english.pravda.ru/print/society/sex/112790-to_confuse_wood_with_trees-0). El año 2009 el diario The New York Times denuncia que una comunidad judía ortodoxa de Brooklyn, solo en el año 2008, había sido escenario de 40 casos de abuso sexual infantil. La ABC Television emitió una investigación sobre el abuso sexual en el ámbito de la natación federada en los EE.UU. El programa descubrió que, a lo largo de los últimos diez años, USA Swimming le había quitado la licencia profesional a perpetuidad a treinta y seis entrenadores (de doce mil) por comportamiento sexual indebido. Otro ejemplo lo demuestra el hecho de que a lo largo de los últimos tres años, setenta y cinco miembros de las fuerzas de pacificación han sido sancionados por conducta sexual indecorosa. Pero durante la mayor parte del tiempo, las naciones que aportan tropas ni siquiera respondieron a las preguntas de la ONU para resolver este tema (Para ver un artículo sobre este tema ver http://viva-chile.cl/2010/04/aun-hay-sitio-en-el-banquillo-de-los-acusados/ de donde se sacan los casos citados).



Pero así como los hechos OCURREN A LO LARGO DEL MUNDO, Y EN MULTIPLES INSTITUCIONES, NO DEBEMOS POR NINGÚN MOTIVO GENERALIZAR. Los sacerdotes no son pedófilos. Los cascos azules de las Naciones Unidas no son pedófilos. Los miembros de instituciones de judíos ortodoxos no son pedófilos. Y los entrenadores de natación no son pedófilos. No debemos generalizar, eso es una irresponsabilidad. Que se den estos problemas gravísimos, en instituciones como la Iglesia, no quiere decir que todos sus miembros así lo sean.

En el caso particular de la Iglesia Católica, los estudios dicen que la pedofilia afecta solo al 0.3% del clero (libro Pedophiilia and Priests escrito por el estudioso no católico Philip Jenkins), y los casos de efebofilia (atracción por preadolescentes) no superarían el 2%, porcentaje similar al que se da en hombres casados (http://www.unav.es/capellania/fluvium/textos/documentacion/igl17.htm). Es por eso, que no debemos generalizar, por casos particulares, y pretender que paguen todos juntos por pecadores. En cambio, el caso general es que los sacerdotes son personas dedicadas a seguir el camino de Cristo, obedientes a la Iglesia, y al servicio de la comunidad, y debemos estar agradecidos de ello.



UN FUTURO MEJOR


ERRORES COMO ESTOS NO PUEDEN DARSE NUEVAMENTE. Debe asegurarse la agilidad de los procesos canónicos y penales. Los sacerdotes que cometan delitos graves en contra de niños deben ser denunciados de manera inmediata, y debe existir un mecanismo que así lo posibilite, ya que no podemos seguir tolerando delitos tan graves como los que vemos al interior de nuestra Iglesia. Esto último no significa generar una caza de brujas en contra del prelado, sino simplemente asegurar que casos como estos NO ocurriran nuevamente, y que los culpables serán castigados como cualquier otro ciudadano, y que la Iglesia reafirmará de manera enérgica su rechazo, denunciando en caso de indicios serios ante la justicia ordinaria para que se puedan resolver y evitar asuntos tan dañinos.

También debe asegurarse la atención rápida y eficiente de estos temas, sobretodo en los juicios canónicos que son los que corresponden a la Iglesia, y la colaboración absoluta en aquellos casos que conciernan a la justicia penal, con el cuidado que permita no violentar la presunción de inocencia, en las denuncias serias que se hagan.

Además, los obispos deben tener un mayor control de los seminarios y monasterios, para así ejercer de manera prudente y conveniente el derecho propio y exclusivo, de formar bien a aquellos que se destinan a los ministerios sagrados (art. 232 cód. canónico). Volver al magisterio, y cuidar que así sea. Intervenir cuanta congregación se deba intervenir, disolver los monasterios que haya que disolver, pero que se ponga mano dura a estos hechos que hacen tanto daño, y que vemos que dentro de la Iglesia se han extendido como un tumor a través de las últimas décadas.





LA MISIÓN DE LOS FIELES


Pero eso no es todo. No es solo al clero, sino a toda la comunidad cristiana a quien le incumbe el deber de fomentar buenas vocaciones (art. 233 cód. canónico). Es por ello que nosotros los católicos laicos debemos asumir el compromiso de ayudar a la Iglesia, no simplemente ver los programas de AQUÍ EN VIVO, y criticar. Porque cuando la Iglesia se cae, nos caemos todos. Y si, nos hemos equivocado. Es por ello que nos corresponde en primer lugar rezar el doble, el triple. Rezar y rezar, por el Papa, por el sacerdocio, por las buenas vocaciones, y por nosotros los miembros de la Iglesia para que seamos cada vez mejores. Debemos acompañar a los obispos, sacerdotes y párrocos. En nuestra compañía no solo debemos ayudarlos a cuidar su celibato, su buen vivir, y trato con los demás, sino aconsejarlos y darles compañía, porque como nosotros son hombres de carne y hueso, que lloran con la soledad, y de vez en tanto necesitan de consuelo. Pasemos al lado activo. Comencemos a hacer algo, para que no solo digamos NUNCA MÁS ABUSOS DE PEDOFILIA, MALTRATOS PSICOLOGICOS E INFANTILES DENTRO DE LA IGLESIA, SINO QUE DE VERDAD LO CUMPLAMOS.





Por último, un consejo, confíemos y fundemos nuestra fe en Jesucristo y la institución de la Iglesia. No pongamos como ídolos o santos, a personas que no lo son. Las personas, y así los sacerdotes se equivocan, y esta bien que se equivoquen, así es el corazón humano. Por eso cuando pasan cosas como esas no las neguemos como si negáramos una verdad dogmática en la Iglesia, algo que no puede ser, porque los casos como los del Padre Marcial Maciel Degollado, fundador de los Legionarios de Cristo, nos enseña que el diablo es inteligente y bastante poderoso, y los hombres podemos caer en todos los tipos de tentaciones, y aún en las más graves, por lo que si bien debemos siempre confiar en los demás, sobretodo en nuestros más cercanos, no debemos descartar de plano situaciones tan terribles como estas, sobretodo entendiendo que son denunciadas por otros que son también nuestros hermanos. Y solo son santos aquellos que han sido declarados por la Iglesia, y no debemos adelantar esos juicios, o actuar como si así lo hiciéramos.


Para terminar, les recuerdo el llamado de Benedicto XVI a no bajar los brazos, a intentar ser mejores que nunca, porque tenemos que ser luz en un mundo obscuro, cada uno tiene sus propias cruces, sus propias tentaciones, y sus propias heridas, y el llamado es a mejorar, a perseverar, con paciencia, pero con DIOS, porque es solo así que se puede perseverar de verdad, y así nos recuerda que “es en la Iglesia donde encontraréis a Jesucristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Hb 13, 8). Él os ama y se entregó por vosotros en la cruz. Buscad una relación personal con él dentro de la comunión de su Iglesia, porque él nunca traicionará vuestra confianza. Sólo él puede satisfacer vuestros anhelos más profundos y dar pleno sentido a vuestra vida, orientándola al servicio de los demás. Mantened vuestra mirada fija en Jesús y en su bondad, y proteged la llama de la fe en vuestro corazón” (Carta Pastoral a los católicos de Irlanda).


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